Tres cepillos azules y la mamá voladora


Se estaba cepillando los dientes. Por primera vez en dos días. "¡Asco!", pensó. Después de todo, era la primera vez en dos días que pisaba la casa. "Bueno", se dijo, "el cepillo a la mochila. Y se queda ahí".
Cepillo a la mochila.

El siguiente espejo en el que se vio mientras se lavaba los dientes unas horas después era un poco más grande, y mientras lo ojeaba se percató de un granito surgiendo de las profundidades de su cachete izquierdo. Horror. El cepillo quedó olvidado en algún lugar de la mesada del lavamanos.

Mañana siguiente. Llega a su casa. "Sí, pendeja cara de mono", le dijo a su hermana, "dejame un segundo que recién llego, quiero desayunar y lavarme los dientes tranquila". Llegó al baño y con horror comprobó lo que venía anunciándose: "Carajo, se teletransportó".
El cepillo la esperaba exactamente donde solía esperarla antes de que ella lo raptara de su hogar. Quizá no se sentía cómodo con el cambio. O por ahí el asistente de utilería (considerando que su vida fuera una especie de Truman Show) había notado la ausencia y lo había repuesto cometiendo un grave error de continuidad.
"Esto da miedo", pensó. Agarró el cepillo azul y lo metió de nuevo en su mochila.
Cepillo a la mochila.

Esa misma tarde, de nuevo a la casa del espejo grande. O la casa de su pareja, como quieran decirle. Pero el espejo grande viene más al caso.
Lo temía.
Se anunciaba.
Por instantes lo anhelaba, quizá sólo por amor al misterio.
Así era, el cepillo estaba también ahí, esperándola, mirándola desafiante con sus cerdas blancas todas despatarradas de tanto franeleo dental.
"La re pu***", dijo, "No puedo ser tan ezquizofrénica".

Noche siguiente. Hora de la cena, su casa.
"¿Vos no te llevaste mi cepillo de dientes, por casualidad?", preguntó la mamá voladora.
"¿Huh?"
"Es que... a ver. Yo tenía un cepillo igual al tuyo, azul y todo eso, pero lo guardaba en mi pieza para que no nos lo confundiéramos. Cuando te llevaste el tuyo puse el mío en el baño y ahora no lo encuentro. Calculo que te lo llevaste. Igual no te preocupes, ya me compré otro".
"Mmmm, ahora todo cobra sentido".

En las profundidades de la mochila estaban los dos aguardando, riéndose por lo bajo. "Idiotas", pensó.
Agarró el que no era suyo. "Creo que mi mamá no va a querer más esto". Lo tiró al tacho.
Cepillo al tacho.
Agarró el suyo y fue al baño a devolverlo a su hogar.
En el baño, un tercer cepillo azul intentaba ganarse el derecho de piso.
"¡MAMÁ! ¿Puede ser que seas tan paralítica mental y te hayas comprado un cepillo igual a los que teníamos?"
La mamá voladora apareció flotando en el vano de la puerta.
"Ah, sí, es que cuando llegué al supermercado ya me había olvidado cómo era mi cepillo anterior, y me compré el primero que vi. Después me di cuenta, sí."
La miró idiota.
"Igual", me dijo, "por las dudas me lo llevo a mi pieza para que no nos los confundamos".
Volví a poner mi cepillo en su lugar y ella se llevó el suyo como ya había hecho alguna vez.
Era obvio que todo se iba a repetir.