La poesía azarosa
El final del sueño era lo mejor. Era una especie de poesía contemporánea escrita por Borges pero librada al azar, donde simplemente tenías que leer palabras a lo largo y ancho de un pueblo en el medio del desierto. Quizá empezabas con una palabra escrita en la pared de una casa, seguías un cable negro que salía de la misma y llegabas a un cartel, y así seguía y seguía la poesía azarosa. Al final, poetizar tanto me debe de haber dado un dolor de cabeza, porque iba a una farmacia. Me sentaba por un eterno rato, entre ancianos, hasta que me daba cuenta que no había sacado número. Entonces, simplemente me acercaba a la ventana con actitud de “Es un segundito, igual” y le pedía al tipo (un chico joven, con rulos), “something for the headache”, me decía el nombre súper complicado (que no sé de dónde sacó mi cerebro) de dos remedios y yo, obviamente, pedía los precios. Uno a cuatro pounds otro a tres con cincuenta. “The three fifty quid one”, pedía yo. Entonces, Chiara me despertó: “Sophie, shouldn’t we be on the way to school?”. Me quedé dormida.