En el Club de Trabajadores Subacuáticos suele haber conflictos armados, sobre todo los fines de semana. Las discusiones no suele salirse de dos o tres temas trascendentales que discordian la existencia de estos húmedos obreros.
En primer lugar callate, no te quiero pagar más. Por suerte tengo un mecanismo de defensa, que se activa después de cada intento de suicidio. Me desperté contento.
Otra cuestión es que si tengo cinco manzanas, y le tiro cuatro a tu vacío existencial, vos terminás más lleno y yo menos cargado.
Por último, no me molesten cuando los estoy molestando, que me distraen.
Soledad salió corriendo de la asamblea y se subió a su bicicleta roja con pompones de colores en el manubrio. Un cartelito que orgullosamente proclamaba "Un auto menos" hacía de patente, pero en realidad ella no quería terminar de entender muy bien por qué un auto menos era mejor que "una bicicleta más". Estúpidos. En la avenida, los autos rozaban su andar, haciendo que ligeramente se inclinara. Los micros producían el efecto más aterrador. "Ya debería haber muerto unas cinco veces desde que salí", pensó Soledad. "Evidentemente, andar en bicicleta es un arte de magia".
-Hablábamos todos al mismo tiempo... Como siempre. Había mates y donsatur. Nadie se ponía de acuerdo.
-Todo bien.
-Sí, todo bien... Pero, de repente...
-¿Qué pasó?
-Nada... fue raro. De repente se callaron todos. Y Charly quiso decir algo pero, antes de hablar, levantó la mano. Y así, uno atrás del otro... Fue muy loco.
-¿Y qué hiciste?
-¡Lo lógico! Salí corriendo, y me vine en bicicleta.
Dios estaba sentado atrás de su escritorio de mármol. Sobre el mismo, había un lapicero de cartón que le regalé para el día del amigo en el año 1998. Las figuritas se estaban empezando a despegar. Jugaba distraídamente con una lapicera rosa que, en la anti-punta, ostentaba una gran pluma del mismo color, probablemente arrancada despiadadamente de la cola de un ganso y luego teñída con sangre de bebé caucásico.
En el techo de la oficina había un vitraux que mostraba a Dios saludándose con las más importantes celebridades de la Tierra: Madonna, Alejandro Magno, Robotina, y otros.
De pronto, sonó el intercomunicador espacial tres punto cero. Una voz femenina informó: "Lamento molestarlo, Señor, pero Satanás está nuevamente jugando con los asambleístas".
Mientras tanto, Satanás, habiendo concluido sus fechorías del día, paseaba melancólicamente por el parque San Martín, dentro del cuerpo de una jovencita de unos veintidós años. Desafortunadamente para él, la chica estaba en un momento hormonal muy complicado, por lo que el Príncipe de las Tinieblas se vio obligado a comprender, súbitamente, lo espantoso y fútil de la existencia.