Fragmentos de consciencia


Cuando la línea negra se bifurcaba resaltando sobre el fondo verde, se preguntaba sobre su propia capacidad de sentir. ¿Qué es ser menos que una representación visual? Ser un mero fragmento de línea que, por alguna casualidad cósmica, tiene consciencia de su existencia y de su incapacidad para actuar y decidir sobre su destino... Pero tampoco lo había intentado. ¿Es posible... el movimiento?
Con toda la energía que podía extraer de su incipiente conciencia y trasladar a sus inexistentes músculos de tinta, lentamente empezó a arrastrarse por el papel. Primero, con dificulta; luego, con soltura. Se movió, se enderezó, serpenteó, comenzó a crear figuras con su cuerpo informe, logrando cada vez con más facilidad desenvolverse. Fue una cuerda de guitarra, el pelo de una sirena, la línea del horizonte de un atardecer verde. Fue línea, círculo, triángulo, platillo volador, pan caliente.
Hasta que el universo se reacomodó y la consciencia huyó de la línea para volver a la mente del joven hombre desmayado en el piso. La línea cayó inerte, y nunca más supo de sí misma.