Vivir en el mundo real es evadirse de las fantasías.



Claro, ahora tooodo tiene sentido, La Conspiración no se basaba en recopilación de datos para posterior ataque a los navíos, yo creo que tenía más que ver con hacer el otoño más largo para que las hojas caídas de los árboles cubrieran las metrópolis, gigantópolis, megalópolis y acrópolis para acabar con el mundo civilizado tal y como se lo conoce. Quizá terminábamos en una fantasía anarco-primitivista o por ahí pasaba lo contrario y ese "borrón y cuenta nueva" no hacía más que incitar a la ciencia a ser más eficiente, rápida, pragmática, maquiavélica y poco ética para terminar cayendo en la típica distopía sin retorno. Es casi tragicómica la situación.
El tema es que yo estaba ahí, en el medio de todo, en un estado casi catatónico de alienación que me había agarrado cuando me di cuenta que no me habían dado el ticket en el chino. Por un lado la incertidumbre: siempre dan el ticket, no puede ser. Por el otro lado, el dilema ético, pero las implicancias socio-económicas, políticas y patrimoniales se metían para opinar. Al final decidí relajarme, aunque ya hacía rato había encontrado el ticket en mi bolsillo sólo que no había podido parar el mono-debate o "las internas" como me gusta decirle. Cuando volví a la realidad, La Conspiración había actuado. No sabía muy bien qué era lo que había cambiado, pero estaba ahí, a punto de atacar en cualquier momento mi derecho de libre circulación... ¿o era el de libertad de expresión? No, creo que se trataba de sacarme mi flora intestinal para desarrollar un ser arcaico-mitológico con un enorme dispositivo clepto-megalómano, que no pudiera detenerse en su imperioso afán de destruir el arte contemporáneo.
O por ahí estaba tranquila en el mundo real mientras desesperaba en ese estado criogénico que me hizo imaginar una

hecatombe existencial. ¿O fue al revés? En realidad estaba tranquila en mi apocalipsis cuando imaginé por mezclar drogas alucinógenas con alucinógenos no narcóticos (¿o eran chocolates?) este mundo temporalmente engañoso, y que con su alevosía se muestra como un edén en potencia.
¡Oh, destrucción final de los mundos, distopía mía! Cuándo será que despierte de este horrible sueño, en este mundo donde hay árboles, y agua, y gente feliz, y pueda volver al oscuro calabozo donde no daba culpa quedarse encerrado jugando al ta-te-tí con un oso espacial porque nunca había días soleados que pudieran aprovecharse mejor afuera. Aquel, mi mundo, donde la fatiga es buena porque mover en exceso los músculos se considera egoísta y ominoso, por utilizar sin un serio objetivo energía que es del universo, universo al cual no pertenecemos por haber sido desterrados en aquel conocido episodio del año 7980, que no hace falta recordar en este momento. ¿Cuándo volveré?
Bueno, mejor vuelvo ahora. Besos.