Dame todas tus monedas


No voy a mentir, estábamos en un estado bastante irreal. Las intoxicaciones primarias habían pasado y ahora sólo quedaban las irremediables ganas de jugar juegos de cartas. La explicación es que las cartas estaban en la cajita de madera, en donde nadie, pero nadie se podía imaginar que había cartas. “Es claramente una caja de sahumerios” dijo Paco cuando lo reté a adivinar qué había adentro. Cuando descubrió el verdadero contenido tuve que inventar, con las pocas velocidades de las que podía hacer uso, un juego que, al parecer, mucho sentido no tenía.
-Cada uno intenta adivinar quién va a sacar la carta más alta. Hacemos apuestas iniciales, y a medida que vamos sacando cada uno una carta vamos haciendo más apuestas.
Después de jugar veinte minutos todavía no estábamos muy seguros si el que ganaba era el que sacaba la carta más alta, el que había adivinado quién la sacaba, o el que quedaba cuando los otros se habían bajado de las apuestas. Como resolver ese conflicto implicaba duelos a muerte y alguna que otra lucha en el lodo[1], nos pusimos a jugar al póker.
Jugamos durante horas y horas, o por ahí durante cinco minutos, nadie sabe. Cuando íbamos por la enésima mano, las tensiones se habían afilado, nos mirábamos paranoicos tratando de leer los gestos ajenos, o los propios, e incluso tratando de darnos cuenta si lo que había en las cartas era un trébol, un corazón o un melocotón.
Rosco empezó a sudar, las tres cartas de sus manos resbalaban y se doblaban en su contorsionado aprisionamiento. Nos miraba sin pestañar, oculto detrás de ese abanico improvisado.
Sin aviso, puso todas sus monedas en el centro de la mesa y gritó:
-¡Yo apuesto a que Paco saca la carta más alta!
-Pero Rosco, ¿vos te diste cuenta que dejamos de jugar a eso hace media hora, y ahora estamos jugando al póker?
Asustado y sin asumir la derrota, se abalanzó sobre el pozo (unos tres pesos en total en moneditas de diez, quince y veinticinco) y salió corriendo por la escalera. Nunca más volvimos a saber de él.




[1] No precisamente con mujeres hermosas.