Sigo durmiendo... un poco más. Duermo... ¡No, ya es de día! Pero sigo durmiendo... ¿Cuánto pasó? ¿Una hora? ¿O cinco minutos?... ¿Será de mañana o de tarde? Tengo hambre... debe ser la tarde. Sigo durmiendo... Si me levanto voy a tener que hacer cosas, y no quiero. Un rato más... Sigo... Una última mini-siesta y me levanto...
Bueno, me levanto.
Se despertó muy confundido. Miró el reloj: "ocho de la noche, la concha de la lora". Un día más, perdido. Varios compromisos más que se acumulaban para el día siguiente como cajas de pizza en el fondo la casa.
Y, si la mañana está perdida, la tarde estaba perdida, el día también. Antes de la noche, no pasa nada.
Se vistió como Travolta en su mejor época y salió para el bar, todavía confundido... con la esperanza de que se borraran en el camino las marcas de la almohada. "¿Qué mierda estás haciendo?", se preguntó sin esperar respuesta. "¿Por qué no te buscás otra cosa para hacer que no sea perseguir a esa pelotuda y sos feliz?"... De nuevo sin respuesta.
Se sentó en la mesa con un montón de intelectualoides baratos, de esos que se compran en la santería a $5,50, que siempre están al lado de las velas para rezarle a Santa Catalina. Dejó pasar el tiempo, esperando que llegara la artista. ¿La vio? Claro, ahí sentada. Entró sin saludar, "como siempre, la muy hija de puta, poeta de mierda, se hace la interesante". A veces se justificaba dudando si lo había visto o no. A veces a él también le pasaba que entraba alguien y no lo veía... muy común, un error que podría pasarle a cualquiera.
Ahí adentro todos se conocían. Después de todo, pasar tantos años frecuentando un lugar con clientes tan regulares, generaba una especie de intimidad... a veces un tanto incómoda. Sobre todo cuando había una intimidad entre ellos dos que nadie conocía, aunque varios sospechaban. Estaba sentada en la barra, como siempre, lo que por algún motivo, de repente, era detestable.
"Bueno, me acerco yo", pensó él. Con un tono frío y distante la saludó y le hizo un par de comentarios sin importancia, mientras por dentro lo único que podía pensar es "Quiero fumar desnudo acostado mientras pintás en el atril que tenés al lado de la cama."
Después del breve contacto, se dio vuelta y volvió a su mesa, hablando de cosas ridículamente interesantes con el grupo de gente con el que estaba. Ella seguía ahí sentada. Haciendo nada.
Estuvo cinco minutos y se fue. Salió. Sin saludar.
"Forra", pensó él. Ya va a volver.
No volvió.
Al rato él se fue también. "¿Paso por la casa? No, mejor espero a mañana. Mejor no paso nunca. O paso ahora, total qué mierda me importa. Quiero verla".
Y no era amor, era lisa y llana calentura... y bastante, pero bastante, violencia.