Constantinopla, año 532. El motín de la población contra el Imperio es innegable.
Justiniano, en su desesperación, y ante la confirmación de su consejo, prepara su huida. Su esposa Teodora, con sabiduría, opina que fugarse sería lo peor que Justiniano podría hacer, ya que "convertirse en un fugitivo es algo imperdonable para un emperador".
Adoro la forma de expresarse de esta mujer "superior en inteligencia a todos los hombres que habían existido hasta entonces", porque se toma el trabajo de explicar deliciosamente por qué (en realidad sería un "por qué no") su palabra debía ser oída (no desoída, por lo menos).
Obviamente -creo que es obvio- no soy del tipo de personas que apoyan la monarquía como forma ideal de gobierno, y tampoco soy de las que piensan que los principios (como el que plantea Teodora al decir que es inaceptable que un emperador sea fugitivo) deben ser seguidos porque sí. Pero, por supuesto, creo en los mensajes. El hecho de que un emperador no huya es un fortísimo mensaje, y creo que estos son mucho más relevantes (o deberían serlo) de lo que pensamos. En mi experiencia los mensajes son nuestra exposición ante el mundo (el mundo externo a nosotros), y gran parte de mis acciones se basan en lograr generar uno de estos.
Bibliografía: Beckwith, John, "Arte Paleocristiano y Bizantino", Ed. Cátedra.