Ahora, si vamos al sentido real y concreto (que tiene que existir porque, si no, no habría Tetris), creo que tiene que ver con una cuestión de obsesiones. Cuando uno juega al Tetris está jugando a ser Dios (no es que necesite subirme todavía más al podio, pero uno hace lo que puede): uno no elige qué fichitas van a venir, pero dispone tanto el contexto como la posición. Además, en el inevitable crecimiento y creación de ritos y estrategias "tétricas", empezamos a conocernos a nosotros mismos (desde un punto de vista práctico, concreto, no espiritual... Aunque, a lo mejor, son lo mismo).
No podés permitirte dejar un cuadradito vacío encerrado por otras figuras, ni siquiera si esto te asegurara hacer puntos, o eliminar líneas, o ganar. Preferís cualquier opción antes que dejar cuadraditos vacíos, te resulta imposible...
Además, con estas cosas, uno se vuelve muy ritualoso... o sea, no importa si no jugabas hace cinco años, probablemente en el proceso de las tres primeras partidas que juegues vas a volver al sistema o método que habías generado hacía tiempo, porque no tiene que ver con el día o el estado de ánimo, tiene que ver con la configuración mental de cada uno, con tus relaciones neuronales, tu forma de concebir el orden y el caos, y el respeto que le tengas a esas categorías, ya sea consciente o no.
Y lo más importante de todo de por qué es un juego tan atractivo, un antojo irreductible... es porque tiene muchos colores... como un arcoiris.
[1] http://www.dailymotion.com/video/xcv6dv_pixels-by-patrick-jean_creation?start=120
Otra cosita: La Ley de Murphy se re mete en el Tetris, nunca te va a venir la pieza que querés que te venga... o peor, si hay una y sólo una que no querés que te toque, porque no sabrías dónde meterla, esa te va a tocar, sabelo.